Higiene del asesino. Amélie Nothomb

Me pasó algo similar con su Stupeur et tremblements: lo encontré en la recepción de un hotel en Marsella, una tarde de bochorno en la que hacía tiempo antes de tomarme el tren de vuelta a París, y una vez comenzado no pude dejar de leer. Obligado por la hora a dejar el hotel, dudé en robarlo pero me dije que lo podría conseguir camino a la estación. Tuve suerte en una librería de mala muerte y casi lo terminé en el viaje.

Hace unas semanas compré Hygiene de l’assassin, de la misma escritora. Comencé a leerlo y de inmediato todo paréntesis era un castigo. Casi la integridad de la novela consiste en diálogos. En más de la mitad, sus interlocutores son Prétextat Tach, misántropo premio Nobel de literatura a punto de morir, y Nina, periodista que va a su casa a entrevistarlo en algo que tiene más de terapia detectivesca que de curiosidad periodística. El argumento es sólido y Nothomb nos ahorra, aunque jugando al límite, más de una agnición que lo arruinaría por completo.

En la que es su primera novela, Amélie Nothomb se da el gusto, egocentrismo colosal de Prétextat Tach mediante, de despreciar a todos quienes ejercen la literatura sin rigor. El cinismo de su premio Nobel le permite, por ejemplo, tratar el estilo en un momento de tensión dramática: el escritor dice que ya está déchu (venido a menos), que desde hace sesenta y cinco años y medio no hace más que venirse a menos. Nina le responde que en ese caso quiere verlo venirse aún más a menos y le ordena, utilizando el imperativo de déchoir, que se venga a menos. Tach responde, indignado: ¡Usted no puede decir eso, es un verbo defectivo!

Hacia el final, por primera vez el premio Nobel se permite realizar un comentario que en el mejor de los casos es un lugar común muy cursi. Ante la burla de Nina, él responde:

Quizá sea eso la Inmaculada Concepción: decir las palabras más cercanas al mal gusto, permaneciendo en una suerte de milagroso estado de gracia, eternamente encima de la pelea, encima del griterío irrisorio.

A la vista de tanta cursilería que se escribe hoy día, ojalá fuera siempre así.

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Javier CoutoJavier Couto (Montevideo, 1974) es narrador. En 2010 obtuvo una mención de honor por Voces (cuentos) en el XVII Premio Nacional de Narrativa “Narradores de la Banda Oriental”. Su novela Thot fue finalista del Premio Minotauro 2013 (Editorial Planeta). En 2014 obtuvo una mención de honor con su libro de cuentos Del otro lado, en el Concurso Literario Juan Carlos Onetti 2014 y la primera mención en el Concurso Internacional de cuentos Julio Cortázar.

2 comentarios:

sokon m dijo...

es el viento frío que baja del río de Quiroga, esas frases malas o esa inocencia recuperada. es el maestro zen que no sabe lo que son las montañas, aunque ve una montaña y la reconoce

Javier Couto dijo...

ah, no, pero Quiroga no era cursi, no, no